El 22 de abril fue declarado por las Naciones Unidas como el Día Internacional de la Tierra. Es una fecha para reflexionar sobre nuestro planeta, recordar que es nuestro hogar común y que es necesario promover la armonía entre el ser humano y la naturaleza, y equilibrar tanto las necesidades económicas, sociales y ambientales en el presente y para el futuro.
Los esfuerzos para tomar conciencia mundial sobre la interdependencia entre la humanidad, otros seres vivos y el planeta datan de mucho tiempo atrás. En el siglo XVIII, Voltaire presentaba un diálogo filosófico con la naturaleza en que ella, entre otras, le respondía: “Soy el gran todo”, “soy agua, tierra, fuego, atmósfera, metal, mineral, piedra, vegetal y animal”, como dándose una oportunidad de ser escuchada.
En 1972, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, en Estocolmo, fue un primer paso para asumir el respeto y cuidado del planeta como una tarea global. Allí se sentaron las bases para el desarrollo sostenible, y se establecieron los principios para la conservación y mejora del medio ambiente, y se plantearon recomendaciones para la acción ambiental internacional.
Un hito clave en la historia medioambiental fue la Cumbre de la Tierra en 1992, en Río de Janeiro. En ésta se buscaba ayudar a los gobiernos a repensar el desarrollo económico y encontrar formas de dejar de contaminar el planeta y agotar sus recursos naturales. La Declaración de Río resalta la responsabilidad de los seres humanos por el desarrollo sostenible, la protección y el restablecimiento de la salud y la integridad de la Tierra. Establece que los Estados deben cooperar con la conservación del planeta, basándose en un espíritu de solidaridad mundial entre países.
Desde entonces y hasta hoy, se han llevado adelante otros grandes esfuerzos como la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo, en 2002; la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20, en 2012, así como otras cumbres por el clima, los bosques y el agua, para generar mayor entendimiento y compromiso de la humanidad y los tomadores de decisión hacia la salud del planeta.
Sin embargo, pareciera que todas estas grandes cumbres y acuerdos globales aún son insuficientes para lograr un sincero compromiso y acciones más tangibles en favor de la naturaleza. Las cifras sobre la acelerada pérdida de la biodiversidad, el imparable avance de la deforestación, el cambio climático, la contaminación y la desertificación son cada vez más desalentadoras.
Nos enfrentamos a una rápida degradación ambiental y al agotamiento de los recursos naturales como resultado de patrones de desarrollo insostenibles y patrones de consumo desmedidos. Trabajos científicos recientes señalan que estamos transgrediendo una serie de límites planetarios con el riesgo de llegar al punto de no retorno.
Hoy más que nunca, días como estos nos sirven para hacer un alto en nuestra vida cotidiana y reflexionar sobre esta desoladora realidad, darnos tiempo para reconectar con la naturaleza, y por qué no honrarla. Esta desafiante misión de cuidar el mundo no solo depende de las iniciativas globales y los tomadores de decisión, sino de todos y cada uno de nosotros. Que podamos comprometernos desde nuestras pequeñas decisiones y acciones, por más irrelevantes que parezcan, a respetar y cuidar la Tierra por su salud y el bien común de la humanidad.
(*) Heidy Resnikowski es subgerente de Planes de Manejo en la FAN