Shanghái es una metrópoli de gran desarrollo económico en China, una de las pocas cuyo pasado aún no fue arrasado por el progreso. Una realidad que invita a recorrer sus calles históricas, las cuales conservan algo de su memoria heredada. Aun así, allí tiene lugar una vida citadina terriblemente activa, lo que hace que su tejido urbano esté en constante transformación.
Esta ciudad fue considerada en el pasado (1930) como el París del Oriente. Lo llamativo es que ese pueblo de pescadores, ubicado al medio de una marisma, fue transformado de puerto comercial y control del tráfico fluvial a una de las ciudades más importantes de China. Un lugar que se enriqueció gracias al comercio del algodón proveniente del interior.
Su historia es por demás singular y relata que los ingleses, al llegar en sus buques en 1842 —después de la primera guerra del opio—, redujeron los edificios públicos a cenizas y abrieron sus ricos graneros a la población. Y fue justamente a finales de ese siglo que los asentamientos internacionales, especialmente franceses, abarcaron más de 30 km² de territorio.
En la primera mitad del siglo XX, mientras China salía del dominio imperial, la ciudad de Shanghái vivió una doble realidad: como un rico centro comercial y como el foco de una serie de luchas políticas. En 1921, el Partido Comunista chino celebró su primer congreso, y dos años después Chiang Kai-Sheck ocupó Shanghái.
Fueron tiempos en que los obreros trabajaban en condiciones de explotación en las fábricas, durante 10 o 12 horas al día.
En 1948, con la liberación de Shanghái por parte de los comunistas, se anunció la llegada del nuevo tiempo para esa ciudad. En 2008 su población superó los 18 millones de habitantes, incluidos los tres millones de trabajadores itinerantes.
Lo interesante es cómo Shanghái evolucionó hasta el punto en que hoy es considerada una ciudad vibrante que permite a sus visitantes tres cosas: experimentar el ayer gracias a que conserva los rasgos de su pasado tradicional; vivir el presente que se destaca por la dinámica de su comercio; y mirar el futuro a través de sus grandes adelantos tecnológicos, como el tren de levitación magnética y sus rascacielos de línea contemporánea.
También resulta ineludible mencionar los bellos espacios urbanos que alberga Shanghái, como el famoso Jardín Yuyuan, que se remonta a la época de la dinastía Ming y cuenta con pabellones, jardines rocosos y lagunas de sublimes características.
Sin duda, Shanghái es una ciudad particular que supo mezclar la cultura en su cualidad proyectual y para ello construyó un rascacielos, el de Pudong, que resalta el centro urbano.
De esa manera, esa metrópoli de China —que en 2010 acogió la Exposición Universal— luce hoy un urbanismo del futuro. La ciudad conocida también como la “pieza estrella” de la economía china debido a su gran crecimiento, hoy compite para consolidarse como la urbe más grande de ese país.
Actualmente, Shanghái es la ciudad más poblada del planeta, con más de 26 millones de habitantes. Un destino turístico que destaca por monumentos como el Bund y sus calles cercanas al Área Sur que son parte de la vieja urbe, pero dentro de una imagen que exalta su progreso. Todo ello refleja un pasado histórico mezclado con una vida cosmopolita, que ha tenido el talento de entrelazar pasado, presente y futuro.
Así pues, esa gran metrópoli —núcleo financiero y punto de contacto con Occidente— muestra a otras ciudades del mundo la fuerza y la vitalidad urbana de su cultura.
(*) Patricia Vargas es arquitecta