La lucha para erradicar la polio ha sido larga y difícil. Han pasado casi 50 años desde que las vacunas eliminaron la enfermedad en Estados Unidos. Pero la polio continúa hasta el día de hoy incapacitando o matando a niños en algunas partes del mundo a las que es más difícil llegar. La buena noticia es que ahora estamos a punto de erradicar esta terrible enfermedad en todas partes y para siempre.
La Iniciativa Mundial para la Erradicación de la Polio es un consorcio de actores importantes en la lucha: la Fundación Gates, Rotary International, la Organización Mundial de la Salud, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y Gavi, la Alianza para las Vacunas. El grupo tiene el ambicioso objetivo de poner fin a la transmisión del virus que causa la enfermedad, el poliovirus salvaje, para finales de año en Afganistán y Pakistán, los dos países donde todavía infecta activamente a los humanos. Si la iniciativa tiene éxito, será la culminación de una campaña que ha reducido la incidencia del poliovirus salvaje paralizante de unos 350.000 casos estimados en 1988 a solo 12 casos conocidos el año pasado.
También será el resultado de lo que puede parecer una estrategia contraria a la intuición: el conocimiento sobre la enfermedad fluye no solo de los expertos médicos de los grandes centros de investigación a las personas de los países en desarrollo, sino también en sentido inverso, con los trabajadores en primera línea proporcionando información crucial para detener la enfermedad en sus propias zonas y más allá. La lección aquí es que las herramientas médicas necesarias para detectar y contener cualquier enfermedad funcionan mejor en manos de las personas más directamente afectadas por ella. Después de haber utilizado esta estrategia para detener la polio, la gente de los países en desarrollo ya está buscando aplicar esas mismas herramientas contra otras enfermedades, tanto conocidas como emergentes.
Por supuesto, el virus podría propagarse fuera de estas regiones, como ocurrió en 2022, cuando los viajes aéreos internacionales llevaron la polio a un puñado de otros países, incluido Estados Unidos. Pero los trabajadores de primera línea en Pakistán y Afganistán sirven como una red para rastrear sus posibles rutas de escape, mientras las familias van y vienen a través de la frontera.
Gran parte de este éxito se debe al uso de la vacuna oral Sabin en lugar de la vacuna inyectable Salk. La vacuna oral, que contiene un virus vivo debilitado, es más fácil de administrar y tiene la ventaja fundamental de inducir inmunidad no solo en el torrente sanguíneo de los receptores, como lo hace la vacuna Salk, sino también en sus intestinos. Eso significa que detiene la transmisión del virus en las condiciones insalubres que son comunes en las áreas afectadas (y universales en los niños). En cambio, la propia vacuna viva se propaga y protege a los niños que, de otro modo, no estarían vacunados.
En Pakistán y Afganistán, las mujeres en primera línea ven el fin de la polio a la vista. Esta lucha les ha dado la oportunidad de trabajar fuera de casa, ganar dinero y marcar una diferencia que salve vidas en sus aldeas. Cuando el gobierno de Pakistán los encuestó recientemente sobre su experiencia, una gran pregunta que hicieron fue: ¿En qué podemos trabajar a continuación?
Los trabajadores de la salud pública de todo el mundo ya tienen la respuesta. Si se les dan las herramientas, las naciones en desarrollo aplicarán las lecciones aprendidas en esta lucha contra enfermedades infecciosas como la tuberculosis, la malaria, el sarampión, la fiebre tifoidea y otras aún desconocidas. El resultado final será un mundo más seguro para todos nosotros.
(*) Richard Conniff es escritor y columnista de The New York Times