Con una Asamblea Legislativa en penumbras (literalmente) y un Tribunal Constitucional Plurinacional que nos llena de vergüenza a todas y todos (menos a los nueve magistrados autoprorrogados), es mejor mirar hacia otro lado en busca de esperanza y buen ánimo. Hoy celebramos en toda la región el triunfo electoral de la científica e izquierdista Claudia Sheinbaum, quien asumirá como la primera mujer presidenta en la historia de México.
Con ánimo celebratorio (que tanta falta me hace) contacté con mis amigas mexicanas, quienes me sorprendieron con un optimismo mesurado, casi temeroso. La violencia electoral que sacudió a México los últimos meses ha sido muy amarga, dejando al descubierto la tremenda vulnerabilidad que viven todos y todas las mexicanas. Esa sensación de incomodidad en la celebración fue muy bien reflejada por la escritora Alma Delia Murillo, quien en un artículo publicado por la BBC News Mundo sostiene: “Me siento esperanzada y desencantada al mismo tiempo: ocurre que soy mujer y que soy mexicana; la intersección de esas dos variables ahora mismo en este país es un espacio muy complicado de habitar”.
Y eso que ella no habla desde ser además indígena y pobre. Un espacio impensable por las violencias que atraviesa. Hablamos de un país, lindo y querido, que vive 11 feminicidios al día, y que hoy se presenta como una distopía de la violencia, con casi 6.000 fosas clandestinas donde cada día las madres buscan a sus hijos e hijas desaparecidas. Un México que, según el Índice Global de 193 países, ocupa el tercer lugar en cuanto a niveles de crimen organizado, y donde prácticamente todas sus instituciones están penetradas por las redes de tráfico de drogas, trata de personas y tráfico de armas que utilizan el soborno, los secuestros y la extorsión para ejercer un fuerte control sobre el país.
Ese México que ha hecho suya la frase «plata o plomo», la forma que tenía Pablo Escobar para proponer a los políticos ingresar en su «planilla de sueldos» o recibir la descarga de la ametralladora de un sicario. Y es que esta ha sido una de las campañas electorales más letales de la historia con 82 personas asesinadas, 34 de ellas aspirantes a una candidatura. La página web del Laboratorio Electoral presenta 190 casos adicionales a los asesinatos, con atentados, amenazas y secuestros. Así comprendo la ilusión medida con que las mexicanas reciben el avance histórico de tener a una mujer presidenta.
El caso emblemático que retrata el momento que vive el país es Gisela Gaytán, candidata de Morena a la alcaldía de Celaya, Guanajuato, quien fue asesinada a tiros en su primer día de campaña. A pesar de que la paridad de género tiene rango constitucional, en México es muy difícil convencer a una mujer para ser candidata por los riesgos que implica. De allí que se espera que la persecución sobre Claudia Sheinbaum será feroz, y por supuesto bien se sabe que la exigencia no tendrá el mismo rasero de permisividad que se ha dado a los hombres que fueron presidentes.
A pesar de todo, cierro este espacio con mucha ilusión por el cambio que el querido México llevará adelante. La agenda de la nueva presidenta no es menor, con la amenaza de la exacerbación de la pobreza por el deterioro de las condiciones fiscales del gobierno, y por ello es poderoso que plantee “no llego sola, llegamos todas”. No es poca cosa que 35,9 millones de mexicanos y mexicanas confíen en una mujer para que los gobierne. Por ello, en todo América latina hoy se cantan los versos de Vivir Quintana que dicen: “No te olvides de tus ojos de mujer/ No te olvides de tu boca de mujer/ No te olvides de tu lucha de mujer (…)/ Compañera presidenta, seas quien seas, es preciso que te llames compañera”.
Lourdes Montero es cientista social.