Con un logotipo inspirado en la imagen central de la Puerta del Sol de Tiwanaku, el Señor de los Báculos sosteniendo dos K en vez de los báculos sagrados, el grupo K’ala Marka comenzó su festejo por 40 años de trayectoria artística en un radiante concierto de más de dos horas de duración. Fue una fiesta boliviana con un despliegue poco visto de sonido, luces, enormes pantallas led, fuego en cascadas, cuerpo de baile, fuegos artificiales. Esa puesta en escena recibió a Hugo Gutiérrez Quisbert y Rodolfo Choque Quispe, el dúo de fundadores, creadores, y compositores, y a un grupo de notables músicos que fusionaron, con una maestría ya conocida, instrumentos nativos con electrónicos (lo que algunos llaman neofolklore contemporáneo).
Según Wikipedia, “K’ala Marka explora diversas temáticas, tales como la vida en el altiplano, la protección del medioambiente, la protección de derechos indígenas, tradiciones y mitología prehispánica, entre otras”. Y, ese mensaje ideológico está proyectado y multiplicado por la potencia de la música folklórica boliviana que corean miles de fans de las clases medias y populares de Latinoamérica y el mundo donde K’ala Marka lleva nuestra cultura. La vibrante y festiva concurrencia, que llenó a tope el Teatro al Aire Libre, bailó y cantó los éxitos de siempre junto a los nuevos temas de este prolífico dúo de artistas que saliendo de provincias andinas llegaron a conquistar el planeta, instalándose en Francia y logrando difundir nuestro arte como muy pocos. Pienso que Gutiérrez y Choque deben tener una vida épica, plena de experiencias, como trepados en un interminable tobogán, una vida digna de una novela (el solo logro artístico de grabar y tocar junto a Francis Cabrel la célebre balada Je l’aime à mourir, un himno al amor de la Francia de los años 70, ya es mucho). K’ala Marka logró proyectar y triunfar en diversos medios sociales porque su arte es una expresión emocional que impulsa el disfrute estético y representa simbólicamente la batalla cultural e identitaria.
En el concierto, sintiendo la energía positiva de esa masa humana, me preguntaba ¿qué sería de esta sociedad pluricultural perdida en los Andes sin sus artistas? ¿Qué sería si no tuviéramos esa catarsis colectiva gracias a creadores como Hugo Gutiérrez y Rodolfo Choque? Esa noche nos olvidamos de los entuertos y sinrazones de nuestra clase política, y agradecimos que estos artistas, junto a otros miles en Bolivia, han construido una K’ala Marka estética, han levantado una ciudad de piedra como una eterna montaña andina, para mantener vivo el sentido común alrededor de lo más grande que tiene la sociedad boliviana: su arte.
(*) Carlos Villagómez es arquitecto