En momentos de cambio, la decadencia ha recibido una doble mirada, la de quienes observan desde posiciones conservadoras hacia lo nuevo que les parece decadente y, por otra parte, la de quienes impulsan ese cambio y que ven degenerado ese sistema o modelo de vida que se aferra por continuar vigente. Desde que existe la historia del mundo occidental, París ha estado en el centro de esos cambios y así se ha mostrado, una vez más, en la reciente inauguración de los Juegos Olímpicos 2024.
El concepto de historia, como lo entendemos actualmente y sobre el que se trabaja como disciplina, es fruto de la modernidad (siglo XV hasta ahora) y se afianza en la ilustración (siglo XVIII), etapa histórica de florecimiento del pensamiento, donde frente a la fe se impone el conocimiento y la razón. Allí, París (o Francia) es, además de Inglaterra, el centro de esa transformación social y cultural, como la Revolución Francesa, que ha transformado a la vez a todo el orbe. Somos sus hijos e hijas.
En el siglo XVII, por ejemplo, para quienes tenían el convencimiento de que la religión, la fe, era la verdad absoluta, les resultaba degenerado el planteamiento de que la razón y la experimentación científica primaba frente al mito. ¡Cómo ir contra lo divino! En Francia surge gran parte del pensamiento moderno, con Voltaire, Montesquieu o Rousseau, entre otros. Allí triunfa la Revolución con sus lemas: libertad, fraternidad e igualdad.
La inauguración de los Juegos Olímpicos 2024 ha generado gran polémica porque hay quienes han visto escenas decadentes al observar muchos cuerpos extraños, gordos, bisexuales, negros, mujeres barbudas o sin cabeza, una representación de la Última Cena que les resultaba ofensiva… en un escenario que debía ser más bien solemne, dado que se trataba del encuentro de gran parte de los países del mundo. ¡La degeneración de Occidente!
Los Juegos Olímpicos 2024 apelaron a los lemas de la Revolución Francesa y les sumaron otros, como sororidad (hermandad femenina), solidaridad, festividad o deportividad. La diversidad como valor fundamental también fue evidente en la inauguración, diversidad sexual, étnica y corporal. Es que, para este París actual, la decadencia de hoy está en no aceptar esos valores.
Voltaire, Montesquieu y Rousseau hoy resultan decadentes en relación a las mujeres porque eran profundamente misóginos. Para estos pensadores, las mujeres carecían de razón, eran seres inferiores y debían estar subordinadas a los hombres por su naturaleza frágil, débil, infantil e impredecible y a veces incontrolable. Ya en su tiempo, decadentes, así les verían, desde el origen del pensamiento feminista, Mary Wollstonecraft, Olympe de Gouges o el Marqués de Condorcet, que en el siglo XVII planteaban la igualdad entre hombres y mujeres.
La inauguración de los Juegos Olímpicos 2024 recoge las actuales demandas de igualdad y diversidad. Además, estas olimpiadas se han organizado para que haya una representación femenina paritaria entre quienes compiten, es decir que hay igual cantidad de mujeres que de hombres en las competiciones; se ha buscado que la participación de las mujeres en la cobertura mediática sea igualitaria, poniéndolas a ellas también en horarios de máxima audiencia; se han incluido pruebas mixtas, entre otras acciones. La simbología de que sea una pareja de hombre y mujer quienes enciendan la llama olímpica lo demuestra, la participación de personajes trans en la inauguración también. ¿Es esto lo decadente o son decadentes quienes rechazan estos valores y representaciones?
Finalmente, se ha viralizado el sentimiento de ofensa hacia la fe cristiana entre quienes vieron representada a La Última Cena de Da Vinci en una actuación en la que participan muchos personajes trans, de raza negra, alguna niña, una mujer gorda… también fue viral una versión de que en realidad se trata de El Festín de los Dioses de Jan Hermansz van Bijlert, ya que la organización de las olimpiadas explicó que el personaje central se trata del dios griego Dionisio o Baco.
Llama la atención la fuerza que tiene en el pensamiento el cristianismo y la pintura de Da Vinci de la Última Cena. ¿No es decadente tener pocas referencias histórico culturales? ¿Y no es decadente que se vea ofensiva una representación con personajes que no cumplen ciertos cánones discriminatorios?
París, con la inauguración de las olimpiadas, se colocó nuevamente en la vanguardia y mostró a quienes se colocan en la decadencia.
(*) Drina Ergueta es periodista y antropóloga