Hace un tiempo, la escritora mexicana Elena Poniatowska hacía referencia a que, según el cómputo que realizaron algunos especialistas, a lo largo de la historia, el mundo solo habría pasado 13 días sin guerra. ¡Qué espíritu belicista el que tenemos los moradores de la Tierra! La guerra en Ucrania tras la invasión rusa el 2022 parece no tener fin y ya hay cientos de miles de muertos. Los números son fríos y no dan cuenta del verdadero significado de tantas pérdidas humanas, ni del drama que se da alrededor de cada muerto o herido, ni de las familias desintegradas o la vida truncada de los niños, ni de la infelicidad sembrada en cada casa, en cada pueblo. La otra guerra que invalida la existencia de la razón humana y su supuesto avance es la guerra en Gaza, con los más de 40.000 muertos. En los últimos 10 meses han sido asesinadas unas 130 personas diariamente en el asediado territorio palestino. Los bombardeos israelíes se ensañaron con la población civil y destrozaron hospitales y escuelas. Las imágenes de dolor desgarran el alma. Luego, la inteligencia israelí, enceguecida y sedienta de sangre, hizo estallar buscapersonas en los bolsillos de militantes de Hezbolá en mercados, calles y otros espacios públicos del Líbano, lo cual provocó muertes y cientos de heridos entre los civiles. En el continente africano, hay guerras internas en Sudán, Etiopía, Nigeria y República Democrática del Congo que mantienen a esa parte del mundo permanentemente convulsionada, con cientos de millones de desplazados, familias desintegradas, niños y jóvenes sin escuela, campos abandonados, hambrunas, en fin, miseria. Este año se han contabilizado 56 conflictos armados que están ocurriendo en este momento en el mundo, nunca había habido tanto espíritu bélico desde la Segunda Guerra Mundial. Parece que no estamos hechos para la paz. Si no, veamos lo que ya es una constante en nuestro país: nos ocupamos de crear conflicto. Sabemos que deberíamos estar concentrados en hacer que mejore la vida de todos; que los niños tengan una educación de calidad; que el sistema de salud funcione y, sin embargo, los parlamentarios dan clases de lucha libre en las calles. Construir lleva tiempo, trabajo, esfuerzo, compromiso, mientras que destruir es más fácil, aunque en su andar deje dolor y miseria.
Lucía Sauma es periodista.