Las mujeres en la política y la vida pública hemos evolucionado a lo largo de los años no solo en las luchas por derechos, sino en las formas de relacionamiento en la sociedad a través de distintas ideas y estéticas.
Inicialmente, transitamos por reclamaciones de derechos, en plan y estética de activistas de izquierda, de sindicatos de trabajadoras y organizaciones sociales para lograr ser reconocidas; lo hicimos en Estados patriarcales, con sociedades y normas que nos asignaban roles y estereotipos; luego pasamos a la discusión de igualdad formal, pero adoptando las formas y la estética masculina, logrando autoridades y representantes como símbolos de fortaleza emocional, intelectualmente fuertes, hábiles para usar el tono de sus pares del sexo opuesto, con capacidad de resistir la dureza de ese mundo, pero la mayoría fue alejada por la hostilidad y la violencia política.
Así llegamos a este siglo, en el que las mujeres nos planteamos otras cosas; queremos ser mujeres o con la opción sexual que se asuma, pero con asignación de roles distintos, y tratamiento también diferenciado al de los hombres, donde la perspectiva de género se entienda desde el enfoque relacional, que implica mirar los contextos sociales y a las subjetividades particulares. A decir de Miranda (2012), se “trata de buscar la igualdad sin rechazar la diferencia” o, como dice Gisela Bock, que esa idea que, para ser iguales, las mujeres tengamos que aceptar los valores sociales machistas predominantes, ya no es admisible; no se puede aceptar tratamiento igual cuando los resultados serán desiguales.
Este enfoque del feminismo moderno respecto a la igualdad en la diferencia reviste importancia en la actualidad preelectoral boliviana, pues nos enfrentamos al voto de nuestras hijas que nacieron con derechos conquistados, y mientras nosotras evolucionamos hacia la feminización de la política y la vida pública con discusiones teóricas y estética femenina, vemos propuestas en reversa planteando, por ejemplo, que, ante problemas y distorsiones por ineficacia investigativa o inoperancia juridicial, la propuesta en casos de violencia sea modificar la Ley 348, esta vez para que beneficie a varones, o, lo que es peor, haciendo de cuenta que no existimos sin hablar siguiera de nuestros temas cuando ocupamos el 57% de la población, de acuerdo al último Censo de Población y Vivienda.
Nadie verá a Claudia Sheinbaum Pardo presidenta de México dejar el vestido, los tacones, el maquillaje, la voz serena, ni abandonar su femineidad para parecerse a un hombre; hoy las mujeres demandamos tener como representantes a las mejores, desde lo que somos, pues se trata de gobernar desde la diferencia, con la firmeza de las ideas, la solvencia del conocimiento, pero desde los valores del corazón. Prepárense porque serán las mujeres jóvenes, nuestras hijas las que determinen en definitiva quién ocupará la silla presidencial. Queremos pasar de la igualdad formal del siglo pasado a la igualdad real en una Bolivia plural.
[ Susana Rivero]