El término “locura palaciega” se ha utilizado históricamente para describir comportamientos que rozan lo irracional y absurdo. Este término se ha asociado, mayormente, a personajes en posición de poder, los cuales, totalmente desconectados de la realidad y aislados por un entorno que solo busca complacerlos, pierden la perspectiva objetiva de las necesidades reales de la sociedad. Esto se debe al aislamiento, exceso de adulación y ausencia total de crítica constructiva de su entorno más cercano.
Nerón, por ejemplo, obsesionado por las artes, la música y el teatro, organizaba espectáculos de gran magnitud en los cuales él era el protagonista, aspecto que los romanos consideraban indigno de un emperador. Sin embargo, al estar rodeado de cortesanos que permanentemente alimentaban sus caprichos, las fiestas en la Domus Aurea fueron recurrentes.
Su legado de locura y extravagancia dio lugar a que se rumoreara que, en una oportunidad, tocó el laúd mientras Roma ardía. Naturalmente, dicho relato podría considerarse exagerado, no obstante, históricamente esta es la imagen por la cual se lo recuerda.
En la actualidad algo similar ocurre. El “emperador” de la ciudad de mil colores, desasociado de la realidad y sesgado por un entorno reducido de acólitos, día a día realiza actividades propias de una autoridad que, a cuatro años de gestión, no logra reconocer los problemas públicos de la ciudad. Mientras La Paz presenta un sifonamiento por semana, él visita al niño nacido número doscientos y hasta lo bautiza; inaugura remodelaciones de plazas no consensuadas y mucho menos prioritarias; realiza paseos por la ciudad cada jueves y paga altas sumas de dinero por transmitirlos en reconocidos medios de comunicación. Estas apariciones mediáticas no son más que un vano intento por demostrar algo de trabajo y conexión con la ciudadanía. Sin embargo, la realidad es otra: su gestión está catalogada como la peor en los últimos años.
Al margen de las locuras del emperador, lo realmente preocupante no es que se anteponga un letrero gigante al estilo Hollywood en Cotahuma por sobre los problemas de riesgos que atraviesa la ciudad, lo que genera profunda preocupación son las secuelas que esto dejará a la ciudad, pues visiblemente, esta priorización de la fiesta, el regocijo y las cámaras le está costando a La Paz algo más que su presupuesto, el retroceso en materia de servicios públicos, cumplimiento de la ley y confianza de la población hacia sus autoridades están en decremento constante y las nuevas autoridades tendrán la ardua labor de trabajar en una alcaldía que perdió institucionalidad.
Si bien él no toca el laúd, sí baila mientras la ciudad cae en pedazos y bebe mientras existen familias que no encuentran soluciones a las pérdidas por deslizamientos e inundaciones.
Al emperador de Roma el Senado lo declaró enemigo público y huyó. Como está la situación, es probable que algo similar suceda con el Nerón de mil colores.
Rodrigo Mamani es arquitecto.