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El Sr. Ban Ki-moon, de la República de Corea, octavo Secretario General de las Naciones Unidas, aporta a su cargo 37 años de experiencia al servicio del Gobierno de su país y en la escena mundial.
Aspectos más destacados de su carrera
En el momento de ser elegido Secretario General, el Sr. Ban ocupaba el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores y Comercio de la República de Corea. Durante sus largos años de servicio en el Ministerio tuvo destinos en Nueva Delhi, Washington y Viena y se ocupó de diversas carteras; se desempeñó como Asesor del Presidente en cuestiones de política exterior, como Asesor Principal del Presidente en cuestiones de seguridad nacional, como Viceministro de Planificación de Políticas y como Director General de Asuntos Americanos. A lo largo de su carrera le guió la visión de una península de Corea pacífica que cumpliera un papel cada vez más importante en pro de la paz y la prosperidad en la región y en el mundo.
El Sr. Ban ha mantenido vínculos con las Naciones Unidas desde 1975, año en que trabajó en la División de las Naciones Unidas del Ministerio de Relaciones Exteriores de su país. Su labor se amplió a lo largo de los años; desempeñó los cargos de Primer Secretario de la Misión Permanente de la República de Corea ante las Naciones Unidas en Nueva York, de Director de la División de las Naciones Unidas en la sede del Ministerio en Seúl y de Embajador en Viena, en cuya oportunidad ocupó, en 1999, el cargo de Presidente de la Comisión Preparatoria de la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares. En 2001-2002, como Jefe de Gabinete del Presidente de la Asamblea General en el período de sesiones que la República de Corea ocupó la Presidencia de la Asamblea, facilitó la rápida aprobación de la primera resolución de ese período de sesiones, por la cual se condenaron los ataques terroristas del 11 de septiembre, y tomó varias iniciativas tendientes a fortalecer el funcionamiento de la Asamblea. De ese modo contribuyó a que en un período de sesiones que había comenzado en medio de un ambiente de crisis y confusión, se aprobaran importantes reformas.
El Sr. Ban también se ha ocupado activamente de cuestiones relativas a las relaciones entre las dos Coreas. En 1992, como Asesor Especial del Ministerio de Relaciones Exteriores, se desempeñó como Vicepresidente de la Comisión Conjunta Sur-Norte para el Control de las Armas Nucleares, tras la aprobación de la histórica Declaración Conjunta sobre la desnuclearización de la península de Corea. En septiembre de 2005, en su calidad de Ministro de Relaciones Exteriores, desempeñó un papel destacado en la concertación de otro acuerdo histórico encaminado a promover la paz y la estabilidad en la península de Corea, al aprobarse en las conversaciones de las seis partes la Declaración Conjunta sobre la solución de la cuestión nuclear en Corea del Norte.
Educación
El Sr. Ban obtuvo el título de bachiller en relaciones internacionales en la Universidad Nacional de Seúl en 1970. En 1985 obtuvo una maestría en administración pública en la Kennedy School of Government, de la Universidad de Harvard.
Premios y distinciones
El Sr. Ban ha recibido numerosos premios, medallas y distinciones nacionales e internacionales. En 1975, 1986 y nuevamente en 2006, recibió la Orden del Mérito, la máxima distinción de la República de Corea, por los servicios prestados a su país.
Datos personales
El Sr. Ban nació el 13 de junio de 1944. Está casado con la Sra. Yoo (Ban) Soon-taek, a quien conoció en la escuela secundaria en 1962.Tienen un hijo y dos hijas. El Sr. Ban habla además de coreano, inglés y francés.
El espíritu y la visión que animaron a los dirigentes mundiales en 1945, cuando se fundó la Organización, me inspiran diariamente.… Las aspiraciones y los valores de esos primeros años de la historia de las Naciones Unidas siguen siendo tan pertinentes hoy, en este mundo mucho más complejo e interdependiente, como lo eran hace más de 60 años.…
Son muchos los desafíos que se nos plantean, pero mi resolución es firme. Estoy decidido a avanzar en la solución de los problemas más acuciantes de nuestros días, paso a paso, aprovechando los logros de cada etapa, en colaboración con los Estados Miembros y la sociedad civil.
Debemos fortalecer la capacidad de las Naciones Unidas para que puedan cumplir plenamente sus funciones de prevención de conflictos y establecimiento, mantenimiento y consolidación de la paz. Todas estas funciones forman parte de una secuencia lógica, y nuestro enfoque debe ser integrado, coordinado y global. Al ampliar nuestra capacidad de ejercer una diplomacia preventiva y de respaldar procesos de paz duraderos, podremos forjar soluciones de largo plazo y responder más eficazmente a los conflictos.
Cerca del 65% del presupuesto de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas está dedicado a África. Sin embargo, para resolver el problema de los conflictos en ese continente tenemos que ocuparnos de sus causas fundamentales. Es preciso, por tanto, que el mantenimiento de la paz vaya acompañado de procesos políticos para resolver los conflictos y que se asigne prioridad al desarrollo para asegurar una paz duradera. El Sudán exige especial atención. Hay que acelerar la aplicación del acuerdo de 2005, que puso fin a la prolongada guerra civil entre el norte y el sur, y agilizar los preparativos de las elecciones de 2009. Para poner fin a la tragedia de Darfur, ahora que hemos llegado a un acuerdo sobre una fuerza de la Unión Africana y las Naciones Unidas, debemos desplegarla rápidamente sobre el terreno para conseguir que cese la violencia. Hay que tratar de resolver las causas fundamentales del conflicto y las partes deben entablar conversaciones de paz globales.
La situación en la región es más compleja, precaria y peligrosa que nunca, y sin embargo hay oportunidades de reconciliación que deben aprovecharse. Dada la profunda desconfianza entre palestinos e israelíes, que impide un auténtico proceso de paz, esperamos que una intervención constructiva de las Naciones Unidas en el Cuarteto y en apoyo de la Iniciativa de Paz Árabe estimule el progreso hacia una paz justa, duradera y completa. El problema del Iraq atañe al mundo entero. Todos conocemos el camino que nos trajo hasta aquí, pero las Naciones Unidas pueden ayudar a establecer un proceso político en el que participen todas las partes para promover la reconciliación nacional, propiciar un entorno regional más estable y prestar asistencia humanitaria a los civiles inocentes, entre ellos los casi 4 millones de refugiados e iraquíes desplazados en el interior del país.
El riesgo de proliferación de las armas nucleares y otras armas se cierne sobre nosotros como una espada de Damocles. El Consejo de Seguridad ha adoptado algunas medidas importantes para promover el objetivo de la no proliferación en Corea del Norte y el Irán. En lo que respecta a Corea del Norte, me he comprometido personalmente a facilitar el adelanto del proceso de las Seis Partes y a alentar la labor de desnuclearización de la Península de Corea.
Si bien tenemos que ocuparnos de las amenazas a la paz, me preocupan igualmente los hombres, las mujeres y los niños de todo el mundo que luchan para sobrevivir con los recursos a su alcance —es intolerable que casi 1.000 millones de personas vivan con menos de 1 dólar al día. Los objetivos de desarrollo del Milenio representan un plan detallado para conseguir que en este próspero siglo XXI, en que abunda la tecnología, ningún ser humano muera de malnutrición o de enfermedades prevenibles, o se vea privado de educación o de acceso a la atención médica básica. El tratamiento, la prevención, el cuidado y la ayuda a las víctimas del VIH pueden ponerse al alcance de todos; es preciso contener esa epidemia letal. No podemos ahorrar ningún esfuerzo para alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio, especialmente en África. Me propongo movilizar la voluntad política necesaria e insistir en que los dirigentes cumplan con su compromiso de asignar suficientes recursos y asistencia para el desarrollo y de corregir las disparidades del régimen de comercio mundial que atan las manos a tantos países en desarrollo.
Si nos interesa el legado que dejaremos a las generaciones venideras, éste es el momento para una acción mundial decisiva. Las Naciones Unidas son el foro natural para crear consenso y negociar una acción global futura —todas las naciones pueden adoptar medidas firmes para lograr un saldo neutro de emisiones de dióxido de carbono. La reunión de alto nivel de septiembre de 2007 deberá proporcionar el impulso necesario para que los dirigentes se preparen para las deliberaciones sobre la Convención Marco de las Naciones Unidas, que tendrán lugar en diciembre de 2007, y servirá también para hacer saber que ya no se puede seguir más como hasta ahora. Debemos movilizar la voluntad política de los países en desarrollo y los países industrializados para asegurar que las negociaciones alcancen resultados.
Si la seguridad y el desarrollo son dos pilares de la labor de las Naciones Unidas, los derechos humanos representan el tercer pilar. La esperanza que ofrecía la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo sexagésimo aniversario se celebrará en 2008, debe seguir estimulando la adopción de medidas prácticas. Es preciso que el Consejo de Derechos Humanos cumpla con sus responsabilidades como abanderado de los derechos humanos, de manera coherente y equitativa, en todo el mundo. La expresión “nunca más” debe cobrar su verdadero sentido. Por mi parte, haré todo lo posible por traducir de las palabras a los hechos el concepto de la responsabilidad de proteger, para asegurar que se adopten medidas oportunas siempre que las poblaciones se vean amenazadas por el genocidio, la depuración étnica o crímenes de lesa humanidad.
La eficacia y la racionalidad tendrán que ser los criterios básicos de la Debemos simplificar y agilizar nuestras normas, políticas y procedimientos y alinear nuestras prácticas con las mejores de los sectores público y privado. La reforma es indispensable porque las Naciones Unidas y su personal deben adaptarse para satisfacer las nuevas exigencias; a la vez que hacemos más con menos, debemos colaborar con todos los sectores interesados con el fin de obtener los recursos y el apoyo necesarios para efectuar reformas administrativas importantes. Manteniendo las más altas normas de ética, integridad y responsabilidad, podemos demostrar que respondemos plenamente ante todos los Estados Miembros y la población del mundo.
Los problemas globales exigen soluciones también globales: la acción individual no es una opción viable. Habrá quien diga que esto equivale a ver las cosas color de rosa. Como soy un optimista irreprimible, considero que hemos regresado a ese momento mágico en San Francisco hace más de 60 años. Las Naciones Unidas se necesitan más que nunca —y precisamente porque se espera tanto de la Organización, la posibilidad de desencanto puede ser también muy grande. No creo en milagros pero sí tengo fe en la dignidad, la diligencia y el adelanto progresivo de los seres humanos. Ante todo, creo en los resultados, no en la retórica. Los propósitos y principios fundamentales de esta Organización son inspiradores y perdurables —debemos reafirmar nuestro compromiso de estar a su altura. Mis colaboradores en esta noble empresa son los Estados Miembros y la sociedad civil. Su compromiso, su dedicación y su perseverancia serán el motor que nos impulse para hacer efectiva la promesa de 1945.
첫댓글 Este texto es muy bien,hay muchas palabras utiles para que lo memorize !! Que le agradezco a Senor Spainamor
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