En estos días ando leyendo el semanario Aquí en la hemeroteca municipal de la Plaza del Estudiante, otrora parque Líbano. El primer ejemplar salió un 17 de marzo de 1979 bajo el gobierno de facto de David Padilla Arancibia con Hugo Banzer Suárez vigilando atento desde la embajada boliviana en Buenos Aires. Cada número tenía 16 páginas y se vendía como pan caliente a tres pesitos. El periódico fue ch’allado un 3 de marzo de aquel año en las oficinas de la calle Jenaro Sanjinés al 841. Leo y me estremece la valentía de aquellos hombres y mujeres, leo y aprendo con las críticas cinematográficas del director Luis Espinal Camps (y sus “5 estrellas” para calificar todas las películas), leo y gozo con los cuentos de Manuel Vargas, con los poemas de Alfonso Gumucio Dagron y Jaime Nisttahuz, con las viñetas subversivas/ atrevidas del “Villas”…
Y me la paso bomba, riendo solito con la sección Olla de grillos de Coco Manto. Tu primera columna arrancaba así: “Estoy consciente de que escribir para Aquí puede equivaler a tramitarse otro viaje para allí. Lo hago por la necesidad de reintegrarme al periodismo militante y porque este semanario es dirigido por mi hermano Lucho Espinal, que como todos saben es un tipo de película”. Así eres/eras Coco: humor a flor de piel, compromiso suicida corriendo por tus venas, tu pellejo arriesgado siempre sin odio.
Un día viniste a la radio “contextataria” y entonaste esta copla: “No moriré mientras en mi corazón haya un rugido de Tigre y de boliviano libre”. Por aquel entonces, ya sabía que eras ejemplo de periodista combativo, que en tu carnet te llamabas Jorge Mansilla Torres, que eras un viejo nómada, un luchador internacionalista, un convencido de que de nada sirve alimentar enojos.
Ahora repaso los libros que me regalaste, los publicados en tu México lindo y los de aquí, lloro por cada dedicatoria escrita con tu puño y letra y me emociono de vuelta con el recuerdo de la última visita a tu casa cerca de La Recoleta en Cochabamba. Te imagino escuchando la radio al lado de tu querida Marta; te sueño ideando otro juego de palabras; te veo contando una y otra vez con una memoria prodigiosa historias de lucha en las minas, en las calles, en los exilios, en los periódicos, en las radios. Y te recuerdo Coco junto a tu hijo Pablo Ernesto alentando al poderoso Tigre de Achumani desde las gradas del “Capriles” con la chalina stronguista abrigando tu corazón en oro y negro.
Busco en mi archivo viejos audios de la radio y te escucho hablando de tu pueblo natal en un texto hermoso titulado Uncía, lugar de origen. Y entonces te parafraseo, maestro: naciste en un pueblo distinto donde el tiempo no pudo imponer sus prisas de horarios sin respiro, allí dejaste tu infancia buscando mariposas, allí agarró tu piel el color de sus sauces. Tengo entre mis manos tu Clamor por la vuelta al mar: doce oleadas sonoras del amartelo boliviano. Escucho las canciones que musicalizaron Marco Lavayén, Rolando Malpartida y Julio Alberto Mercado; fue tu último “tributo a la vida y a la patria elemental / ver la bandera extendida / hasta el largo litoral”.
Tus amigos se han acordado de una frase del Apóstol de la Libertad, José Martí, para honrar tu larga y provechosa existencia: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”. Te releo hablando de la parca siempre con naturalidad, siempre burlándote de ella, como de todas las dictaduras. “Solo el hombre es el animal que muere porque sufre la experiencia de la muerte en otro. Es un ser para la muerte porque es la única especie que sabe que va a morir. Igual si fuéramos eternos, nos moriríamos de aburrimiento. La muerte no se reduce al acto de atravesar el umbral que separa a los vivos de los muertos, tiene que trascender al olvido y al silencio”. Así, lo haremos, genio/colega del lenguaje, gran poeta y mejor letrista. No olvidaremos, ni callaremos.
“Y acabo, cabo”, como solías decir. Coco no te has ido, seguirás aquí porque tu recuerdo caminará en cada marcha, seguirás aquí porque estarás presente en todos los pueblos que luchan por su libertad. “¡Hasta la victoria, siempre!”
Ricardo Bajo es periodista y director de la edición boliviana del periódico mensual Le Monde Diplomatique.