Decía Carl Jung que "la carga más pesada que lleva un niño es la vida no vivida de sus Padres".
Por eso, los padres deben comprender que el amor que dieron a sus hijos, jamás puede ser devuelto o pagado por ellos, porque la vida no tiene precio y la deuda emocional que cargan los hijos, los ata y los detiene para vivir su propia vida, para entonces asumir la de sus padres, por amor ciego, que es un amor que duele.
Por esta razón, después de la vida, la bendición más grande que los padres pueden dar a sus hijos, es el permiso para que ellos puedan vivir sus propias vidas, desde el deseo de su corazón, para que puedan florecer con su nueva familia y con sus nuevos proyectos, en el horizonte de todas las posibilidades y en sintonía con la vida.
"Hijo hoy te dejo ir, yo me encargo de mi vida y te libero de mis expectativas, reparte tu amor en el mundo y florece con plenitud, así nos honras".