Durante un tiempo, Tesla me había convencido de que era una empresa genial. Fabricaba coches que realizaban espectáculos navideños animatrónicos con sus luces y puertas eléctricas. Creó el “modo perro” (un sistema de climatización que sigue funcionando para los perros en un auto estacionado), una suspensión de aire conectada al GPS que recuerda dónde están los reductores de velocidad y eleva el coche de forma automática, así como el “modo pedo” (en el que el coche hace sonidos de flatulencias).
Y, en esencia, sus coches no tenían competencia. Si querías un auto eléctrico que recorriera más de 400 kilómetros entre cargas, Tesla era tu única opción durante la mayor parte de una década. El director ejecutivo de la empresa, Elon Musk, daba la impresión de ser torpe y excéntrico: se podían fabricar autos grandiosos y nombrar cada modelo de tal forma que la línea se deletreara “Sexy”.
Sin embargo, mientras más trataba con Tesla como periodista —antes de que Musk despidiera a todo el personal de relaciones públicas que trabajaba ahí—, más escéptico me volvía. Cada vez que hablaba con alguien de Tesla, tenía la sensación de que les aterrorizaba decir algo equivocado o, incluso, decir cualquier cosa.
Eso fue en 2017. En los años que han pasado desde entonces, Tesla se ha vuelto incluso más irritable, mientras que su competencia se ha relajado. La percepción pública todavía no se ha puesto al día con la realidad de la situación. Si quieres trabajar para una empresa flexible y moderna, no solicites empleo en Tesla. Trabaja en Ford y sus 120 años de historia.
Los nuevos vehículos que Tesla ha prometido desde hace tiempo, como la Cybertruck y una nueva versión de su Roadster, también se siguen postergando. La Cybertruck fue develada en 2019 y, en la conferencia de resultados más reciente de Tesla, Musk admitió que no estará en producción este año, lo que se está convirtiendo en un estribillo anual. Por supuesto que Ford vendió solo 15.617 pickups eléctricas F-150 Lightning en 2022, pero con eso supera las ventas de la Cybertruck por, veamos, 15.617. Además de quitarle a Tesla su participación de mercado en las camionetas, Ford también le está robando su picardía corporativa: cuando presentó el Mustang Mach-E eléctrico, Ford demostró su capacidad para hacer convivios en el auto al llenar su maletero delantero drenable (frunk en inglés) de camarones. Los “camarones en el frunk” se convirtieron en un meme que seguramente atormentó al emperador de las publicaciones forzadas en redes sociales, Elon Musk.
Hablando de eso: Twitter. Me arriesgaré a decir que la compra valuada en $us 44.000 millones de Twitter que realizó Musk no ha contribuido precisamente a pulir la reputación de Tesla. Además de mostrar la cuestionable toma de decisiones inherente a pagar esa cantidad por Twitter, el perfil exacerbado de Musk en la plataforma no le ha hecho ningún favor. Por ejemplo, cuando la mayor parte de las ventas de tu empresa de automóviles se realizan en estados demócratas, ¿es útil tuitear: “Mis pronombres son Juicio a/Fauci”? Además, uno pensaría que el autoproclamado payaso de las corporaciones estadounidenses al menos se esforzaría por hacer una broma que evitara la construcción desgastada “mis pronombres son/me identifico como”. ¿Tal vez solo con decir “Me quiero vacunar contra un Fauci”? Elon, trabajemos juntos en esto la próxima vez.
Tal vez la previsibilidad no esté de moda, pero, si compras un auto nuevo es probable que quieras pensar que su fabricante no bajará el precio de $us 13.000 a la siguiente semana, destruyendo así el valor de reventa de tu auto. Y tal vez esperes que las funciones por las que pagas funcionen el día en que las pagas y no en una fecha futura no especificada. Tal vez quieras el auto de una empresa cuyo director ejecutivo no esté indeleblemente asociado con el producto.
Acabo de comprar un Jeep y no tengo ni idea de quién es el director ejecutivo. Me parece bien.
Ezra Dyer es columnista de The New York Times.