Raffi Cavoukian, activista canadiense, al referirse a la primera infancia sostiene: “Si cambiamos el comienzo de la historia, cambiamos la historia entera”. En la actualidad, como producto de los distintos estudios realizados en los últimos años, fundamentalmente por los avances de la neurociencia y obviamente por la experiencia cotidiana, esa afirmación es inobjetable. Cuando la niñez está sana, segura y aprende bien, sus posibilidades de alcanzar su pleno potencial son mayores. Este periodo de la vida es muy importante para el desarrollo biológico, psicológico, cultural y social, y puede coadyuvar de manera significativa a disminuir las brechas de desigualdad, romper el ciclo intergeneracional de la pobreza y promover mayor equidad de género. La atención, educación y desarrollo de la primera infancia pueden construir y determinar una vida futura plena de la niñez, en consecuencia, del conjunto de la sociedad. Sin embargo, en la práctica social no se comprende esta situación, menos se da la valoración que merece. A propósito de ello, Unicef afirma: “Los primeros momentos de vida ofrecen una oportunidad única de formar el cerebro de los niños que construirán el futuro, pero es una oportunidad que se desaprovecha con demasiada frecuencia. No invertir en la infancia tiene un costo para los países: los niños sufren un peor estado de salud, disponen de menos aptitudes de aprendizaje y sus capacidades de ingreso son limitadas. Redunda en una economía más frágil e impone una mayor carga sobre los sistemas de salud, educación y bienestar.”
Es más, los avances que se lograron respecto a la atención de la primera infancia, debido a la expansión del COVID-19 y sus efectos, que se extendieron más allá de la problemática de salud, han dejado por fuera de los centros de cuidado infantil y de los programas educativos y sociales a la gran mayoría de los niños del planeta. Además, por la situación de crisis en las propias familias y el aislamiento social como respuesta a la pandemia se ha generado un estado de inseguridad e incertidumbre que acrecienta la problemática existente en periodos previos. La pandemia, según la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI, 2023), “supone un riesgo elevado para la calidad de la educación en la primera infancia, … el riesgo de que la inversión en educación para la primera infancia disminuya radicalmente es alto, lo que nos sitúa ante un panorama complejo y retador (a nivel mundial, solamente el 6,6% del presupuesto educativo estaba destinado a esta etapa previo a la pandemia). Por ello, las iniciativas orientadas a la primera infancia deben enfocarse claramente hacia aspectos clave, de elevado impacto, para conseguir objetivos con mayor eficacia en articulación y coordinación con socios estratégicos, además de responder a las demandas de los países y la región.”
Ante ese panorama, es conveniente desarrollar programas para la primera infancia y la educación infantil, en los países y la región para cumplir con el reto planteado por la Agenda de Desarrollo Sostenible que, para 2030, en la Meta 4.2. compromete “Velar por que todas las niñas y todos los niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y a una enseñanza preescolar de calidad…” Una vez más nos enfrentamos a un dilema y a retos trascendentales para la sociedad, ¿nos seguimos llenando de declaraciones de buena voluntad o generamos —de manera participativa y efectiva— respuestas estratégicas destinadas a resolver causas y problemas relacionados con la primera infancia?
Es prioritario fortalecer las capacidades del personal que desarrolla funciones con relación a la primera infancia, en unos casos, de educadores, directivos y familias, y en otros, de responsables de la gestión con base en una política pública de formación de recursos humanos, “a través de estrategias de formación, movilidad, creación de redes y generación de conocimientos” (OEI, 2023). Es necesario diseñar e implementar programas de atención a la primera infancia; fortalecer la cooperación y la acción coordinada entre las distintas instituciones y organizaciones vinculadas al área; y fundamentalmente, restablecer la relación de la atención, educación y desarrollo integral de la primera infancia con la comunidad, educadora por excelencia de la niñez y medio substancial para preservar la identidad cultural. ¿Entenderemos estos retos y actuaremos en consecuencia? Escribamos la historia entera.
Noel Aguirre Ledezma es educador popular, maestro y pedagogo.