El 9 de octubre de 1967, un día después de su captura, se consumó el asesinato por órdenes de la CIA, en una modesta escuela del pueblo de La Higuera en Bolivia, del símbolo universal de la resistencia contra toda forma de injusticia, tiranía y opresión, Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che, el médico, el escritor, el diplomático, el guerrillero, ícono revolucionario, la cara más visible de la lucha antiimperialista.
Hoy, a 56 años de su partida física, su imagen continúa siendo un paradigma de lucha inmortal, cuya influencia traspasó América Latina, llegando a África, Palestina, Asia, y en Irán y los países del Eje de la Resistencia —Siria, Irak, Yemen, Líbano, Afganistán— es un símbolo de rebelión contra el colonialismo, el capitalismo, el apartheid, la resistencia de los pueblos frente a las injerencias del imperialismo, el sionismo y sus huestes.
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Un punto de inflexión, cuya ascendencia ha sido reflejada por grandes líderes intelectuales de quienes sus aportes fueron elementos importantes en la lucha y el triunfo de la Revolución Islámica de Irán, por ejemplo, entre ellos el sociólogo Ali Shariati, quien tradujo al persa obras de Jean Paul Sartre y de Frantz Fanon; igual el libro La Guerra de Guerrillas de Ernesto Guevara; también esta influencia la vemos cuando el ayatola Mahmud Taleghani dijo que donde quiera que exista una lucha contra el colonialismo y la explotación, allí también estamos, y Fidel Castro señaló que si es esto islam, entonces todos somos musulmanes.
Sin lugar a dudas que las cordiales relaciones entre la Revolución Islámica —la que derrotó a la monarquía de los Pahlavi, gendarmes de EEUU, Inglaterra y Francia— y la Revolución Cubana —que derribó al régimen de Fulgencio Batista, servil a EEUU— hicieron del Che un modelo revolucionario, cuyo legado vive en todas las luchas de resistencia; desde Argelia, el Congo, Níger, hasta la República Árabe Saharaui, y todo tipo de injerencia de la “bestialidad del imperialismo” en América Latina y el Caribe.
Su rostro pintado nos mira fijamente desde el Muro de la Vergüenza, el que comenzó a construirse en 2002, en Cisjordania-Palestina, por el régimen sionista israelí, el que segrega, divide y separa a los campesinos de sus tierras y sus lugares de trabajo, separando a más familias, quienes arriesgan sus vidas para acceder a derechos básicos como centros de salud y educativos.
Su imagen nos sonríe estampada en la polera del niño, del joven palestino que hoy sigue arrojando piedras, o del menor que está siendo detenido por los soldados israelíes, o que perdió la vida en estos momentos cuando se lleva adelante el genocidio hacia la Franja de Gaza por parte de Israel, el decimoctavo ejército más poderoso del mundo, y todo el respaldo de EEUU, las naciones europeas y sus lacayos; pues Netanyahu promete convertir Gaza en una ciudad «en ruinas», siendo ya la mayor cárcel a cielo abierto del mundo, que desde 2007 sigue bloqueada por todos lados, donde ya fueron asesinados centenares de palestinos, incluidos niños y recién nacidos, al momento de escribir estas líneas.
El Che está en todas partes, en la resistencia palestina, aquella que sigue de pie por más de 75 años resistiendo el colonialismo, el apartheid, la limpieza étnica, la expansión de asentamientos ilegales, el robo de tierras que Israel continúa llevando a cabo desde 1948, los crímenes de guerra y todo vejamen que comete a la luz de la comunidad internacional desoyendo toda ley y convención, ya que goza de una eterna impunidad avalada por la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (UE) y toda entidad servil a la hipocresía del gobierno de Estados Unidos, que hasta ahora no ha cortado el suministro de armas, y no ha congelado los miles de millones de dólares que se le entrega como “asistencia militar” al régimen sionista.
El Che se encuentra en cada uno de los combatientes palestinos del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), las Brigadas Al-Qassam y la Yihad Islámica Palestina, que con su movimiento histórico y de sorpresa lanzado desde el 7 de octubre de 2023 pusieron de relieve el inminente colapso de Israel y destruyeron el mito de invencibilidad del régimen.
(*) Sdenka Saavedra Alfaro es periodista, docente universitaria, e investigadora