Cada día que continúa la guerra entre Israel y Gaza, se intensifican los riesgos de un cataclismo. Después de la horrible pérdida de más de 1.400 civiles y soldados por parte de Israel el 7 de octubre, la cifra de muertos civiles palestinos en Gaza es ahora nada menos que asombrosa. Según el Ministerio de Salud de Gaza, más de 10.300 palestinos han muerto desde el comienzo de la guerra, incluidos más de 4.100 niños. Las condiciones se están deteriorando rápidamente en Cisjordania y Jerusalén Oriental, con al menos 155 palestinos asesinados, más de 2.150 arrestados y líderes políticos y colonos israelíes expresando amenazas de limpieza étnica.
En el norte, los intercambios de disparos diarios relativamente medidos entre Israel y Hezbolá podrían estallar en un conflicto en cualquier momento, envolviendo gran parte del Líbano e Israel. El aumento del despliegue militar estadounidense en la región puede enmarcarse como preventivo, pero también indica a los líderes de Israel que puede arrastrar a Estados Unidos a esta guerra. La conflagración regional más amplia ya está aquí. La pregunta es qué tan mal se pondrá la situación.
Una gran mayoría de los líderes mundiales y todos los líderes árabes han exigido un alto el fuego, reconociendo el peligro de una crisis metastásica, al igual que los jefes de 18 agencias de la ONU. Las naciones que se oponen a un alto el fuego (Israel, Estados Unidos, algunos países europeos y algunos otros) podrían reconocer los peligros que se avecinan. Pero hay dos ideas importantes que podrían sacarnos de esta guerra, tanto a corto como a largo plazo. A corto plazo, se debería aprovechar la suspensión de las hostilidades como vía de salida que conduzca a un cese permanente. Hasta ahora, Israel ha rechazado la idea.
A largo plazo, el compromiso del gobierno israelí de destruir a Hamás corre el riesgo de convertirse en otro santo grial inalcanzable. El hecho de que Israel no haya ofrecido planes detallados para la Gaza de posguerra indica el grado de disfunción del pensamiento israelí.
Las naciones que se han manifestado en contra de un alto el fuego pueden creer que están animando a Israel a lograr una victoria justa, pero el rumbo actual de Israel solo garantiza su inestabilidad perpetua. Hamás no es la amenaza existencial que Israel cree que es, pero la extralimitación y el extremismo de Israel podrían serlo. Las garantías estadounidenses de impunidad israelí y su falta de voluntad para abordar de manera significativa el sufrimiento palestino han fallado durante demasiado tiempo a israelíes y palestinos.
El camino de regreso del infierno del “nosotros o ellos” de suma cero comienza con la humanización del otro. Tal vez sea un camino que nos lleve de regreso a una dispensación de dos Estados. O tal vez el paradigma de la partición sea parte del problema, al alentar la separación y la idea de que deben existir muros entre palestinos e israelíes. No hay soluciones rápidas ni fáciles. Pero si nuestras pesadillas surgieron al no prevenir los horrores del 7 de octubre y los días posteriores, deberíamos dar rienda suelta a nuestra imaginación política para sentar las bases de un futuro de vida y esperanza.
(*) Daniel Levy es columnista de The New York Times