Estas son las razones por las cuales Israel —a pesar de los 25.000 muertos/asesinados palestinos— está perdiendo (la guerra) en todos los frentes. (Nota mental uno: no es una guerra, es un genocidio).
Uno, frente diplomático: Israel va camino de convertirse —si no lo es ya— en un Estado paria. Va camino de ser la Sudáfrica del apartheid. Si no lo es ya. El sistemático asesinato de niños y mujeres —civiles indefensos— bajo las bombas de uno de los ejércitos más letales del mundo —con la ayuda militar y económica de Estados Unidos— convierte a Israel en un Estado abiertamente genocida/infanticida. El juicio histórico que se celebra estas semanas (ante el silencio cómplice de los grandes medios de comunicación) en la sede de la Corte Internacional de Justicia de la ONU (en La Haya) ha sentado por primera vez (ya era hora) a Tel Aviv en el banco de los acusados. Hay que recordar que esta demanda por genocidio incluye a EEUU como “colaborador necesario”.
La respuesta del gobierno de Netanyahu ha sido —otra vez— el más absoluto de los desprecios hacia la comunidad y el derecho internacional. Israel es campeona mundial a la hora de ignorar las resoluciones de Naciones Unidas referentes a su ilegal política de ocupación de tierra árabe/palestina. (Nota mental dos: recordemos que el régimen racista de Sudáfrica cayó en 1991 solo cuando el clamor mundial fue totalmente ensordecedor). De todos y todas depende —otra vez— volver a gritar alto y fuerte para que el mundo termine con el primer caso de genocidio televisado en este siglo XXI.
Dos, frente de la opinión pública: Bolivia está, otra vez, en el lado correcto de la historia al ser uno de los pocos países que se ha sumado a la valiente demanda sudafricana junto a Colombia, Brasil, Cuba, Venezuela y otros. ¿Están esperando algunos a que dos millones de palestinos se mueran de hambre en el mayor campo de concentración a cielo abierto de la historia de la humanidad? Ya lo dijo el maestro Saramago, “es decepcionante ver como los actuales dirigentes sionistas no han aprendido nada del dolor de sus padres y abuelos, víctimas del Holocausto”.
Las multitudinarias marchas en favor del pueblo palestino en todo el mundo marcan hoy la agenda. La batalla de la opinión pública solo tiene un ganador. La solución de los dos Estados es un clamor universal. La ofensiva militar palestina tiene solo un objetivo, político: sentar a Israel a negociar.
Tres, frente geopolítico: cuando la resistencia palestina sorprendió al mundo (y a los “infalibles” servicios de seguridad de Israel) el pasado mes de octubre, el gobierno de Netanyahu estaba a punto de firmar un acuerdo histórico con la mayor potencia de Oriente Medio (amén de Irán), el régimen absolutista de Arabia Saudita, cuyos gobernantes —violadores de los derechos humanos también— han emprendido una poderosa campaña de imagen a través del deporte (sportwashing).
La “normalización” de relaciones del mundo árabe/musulmán con Israel (ya habían firmado acuerdos estos últimos años países como Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Sudán) se ha caído como castillo de arena. La resistencia palestina planificó —comandada por Hamás y sus brigadas Ezzeldin al Qassam— los ataques de octubre al margen de la veterana dirigencia política del exterior, que se ha desplazado de Jordania a Siria y ahora reside en Doha (capital de Qatar) desde 2012.
La internacionalización del conflicto no se detiene. La séptima guerra árabe-israelí está a la vuelta de la esquina. El papel activo de la República Islámica de Irán, de Líbano y de los rebeldes hutíes de Yemen amenaza la superioridad bélica de Israel, única potencia nuclear de la zona. Si esto finalmente se desencadena, el carnicero Netanyahu repartirá culpas/vergüenza con su colega carnicero Biden.
Cuatro, frente de batalla: la resistencia palestina (con la OLP y Al Fatah más débiles que nunca) ha dejado de ser estrictamente defensiva. Ha demostrado que Israel no es invulnerable. Y ha conectado en la lucha a todos los palestinos. El mundo se había olvidado de ellos y de Gaza. Hasta que llegó una mañana de octubre e Israel tuvo que evacuar ciudades enteras. Los cientos y cientos de soldados sionistas abatidos durante la invasión militar a la franja (su número es silenciado por el ejército ocupante) hablan de una resistencia heroica. La retención del centenar de “rehenes” en manos de las diferentes organizaciones armadas palestinas es otra derrota militar de Tel Aviv. Israel está convencido que puede aniquilar a Hamás (y mandar al exilio/éxodo a todo el pueblo palestino), pero se equivoca. Tarde o temprano, ambos se verán las caras en la mesa de negociación. Gaza es eterna, Palestina también.
(*) Ricardo Bajo es un pinche periodista